“París, mayo de 1935. Irrumpo en la plaza de la Estrella por la avenida de Friedland. Son las cinco de la tarde. Día glorioso, mentolado, fresquillo”. Bastan cuatro frases o un párrafo de Josep Pla (1897-1981), en cuyos libros los adjetivos son como las notas de una sinfonía deslumbrante e irónica, para percibir la titánica gesta de este escritor capital –en español y en catalán– de querer decir el mundo entero con las palabras necesarias, justas, exactas, sin que en el fondo de la línea de perspectiva aparezca nada extraordinario. La prosa de Pla es un prodigio de naturalidad, igual que las películas de Eric Rohmer, donde lo trascendente no es la trama, ni la peripecia, ni la selección de instantes o la caracterización de los personajes, sino la atmósfera. El sfumato. El espectáculo de la vida a medida que pasa.
Las Disidencias en Letra Global.
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