Por mucho que la ley de la gravedad se manifieste en todos los aspectos de la vida como una máxima indiscutible –todo lo que sube llega un momento en el que desciende– nuestro bestiarium particular de políticos indígenas cree que, por un sortilegio milagroso, todos ellos están exentos del principio de realidad. Es natural que cuando se llega a la cúspide, sea por una Grande Carambola o por talento, que esto es lo de menos, cualquiera aspire a que las cosas duren para siempre. La ambición de eternidad es consustancial al ejercicio del poder, de igual manera que quien está vivo se resista a morir, pero el destino, al que nuestros deseos no le importan, traza su propio sendero y, si nos interponemos en su camino, nos arroya. Feijóo –ya deberían ustedes saberlo, queridos indígenas– ha tenido la genial idea de pedirle al Insomne que le ceda la presidencia del Gobierno un par de años. El Gran Laurel, prietas las filas, ebrio de amor, salió de inmediato a apoyar la propuesta, calificándola de “generosa, valiente y oportuna”. Nos parecen muy pocos adjetivos para tanta genialidad si fuera una convicción firme, en lugar de consecuencia de la aritmética parlamentaria del 23J. ¿Se imaginan ustedes que Su Peronísima hubiera propuesto lo mismo en 2018?
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.