La realidad imita al arte. Básicamente porque las creaciones dignas de tal nombre, incluso cuando fabulan, nacen del asidero de lo cierto, pero visto desde una perspectiva particular que asciende hacia lo universal y termina cristalizando en un concepto. Gracias a esta sublimación de lo concreto, la literatura advierte de los peligros que se camuflan bajo el flujo de la actualidad. Hace unos días el CIS hizo público un sondeo inverosímil en el que, entre otras cosas, afirmaba que una mayoría de la población –el 66%– consideraba necesario, dado el océano de bulos que habita en las redes sociales, limitar la libertad de información sobre el coronavirus a fuentes oficiales. El sábado, Pablo Iglesias declaraba: “Que la ultraderecha política y mediática es una amenaza frente a la democracia, lo público y lo común es una evidencia. Todos los demócratas debemos trabajar para que el horror y los monstruos que conocimos en el siglo XX no vuelvan”. Ayer mismo, el jefe de la Guardia Civil admitía estar trabajando para contrarrestarlas críticas al Gobierno en las redes. ¿Casualidad? En absoluto. En política no existen.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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