Va siendo hora de aceptar las evidencias: las mascarillas, que durante meses fueron el mayor objeto de deseo para todos, movidos por esa ficción que llamamos supervivencia, no van a salvarnos. Salta a la vista. Sobre todo cuando la guerra la libramos contra nosotros mismos bajo las formas de la ignorancia, la irresponsabilidad o la hipocresía. Una batalla en contra de un determinado modelo cultural –pueden denominarlo forma de vida, si lo prefieren– que vincula la felicidad a la compañía –la calidad, en esto, siempre ha sido un factor secundario– y exalta el éxito identificándolo con la multitud. Es evidente que el devenir de la pandemia en España, como el modelo territorial, es injusto y asimétrico. También es un hecho que nuestros gobernantes no están a la altura de las circunstancias. Pero, más grave que ambas cuestiones, nos parece la actitud moral de una sociedad que, salvo ilustres excepciones, parece ser incapaz del sacrificio de los eremitas: soportar la tempestad en soledad. Sin gritos.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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