Uno de los rasgos definitorios –y definitivos– de la antigua socialdemocracia española, mayormente paternalista y de vida más bien breve, es el relativismo político. Las cosas, para sus dirigentes, no son como son, sino como conviene que sean según cada momento concreto. La realidad tampoco es unívoca, sino un fenómeno relativo. Y la ética y el sentido de la moral –elijan ustedes el término que más les guste– son cuestiones perfectamente aéreas, asuntos sin trascendencia que lo mismo que se invocan (en público) se niegan (en privado), consagrando de esta manera el único principio de conducta válido: la ambivalencia. Nuestros socialistas son gente con tan poca fe que sólo creen en su particular conveniencia.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
Deja una respuesta