Los grandes historiadores, expertos en los hechos del pasado y profetas involuntarios del porvenir, han ido construyendo a lo largo del tiempo el relato del pretérito como si fuera un inmenso mosaico compuesto por la suma –no siempre armónica– de distintas teselas. Cada una de ellas tiene un significado autónomo, ya sea episódico o metafórico. Pero, en su conjunto, estos mismos fragmentos independientes conforman un mural que, igual que un lienzo de grandes dimensiones, nos permite entender la totalidad simultánea de la realidad sin perder de vista la óptica de lo concreto. Es entonces cuando descubrimos que no es la Historia la que construye a los hombres. Sucede lo opuesto. Son los seres humanos –ciertos, prosaicos, sanguíneos– quienes escriben sus vidas, su tiempo y, al final, esculpen la línea de la Historia Universal, tan cargada de infamias. Las tragedias que nos anteceden, embriones de las que están por llegar, que serán distintas pero no dejarán de ser análogas a aquellas que han sufrido otros antes, suelen tener una explicación compleja, pero su génesis puede ser extraordinariamente simple.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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