En los tiempos que corren dar por garantizada cualquier cosa es como creer en los unicornios. Vivimos en un país donde los derechos sociales se enuncian o se gritan (a la cara del adversario político), pero rara vez se cuidan o se administran con una mínima sensatez. La asistencia médica, históricamente deficiente en la Marisma, ha retrocedido en el tiempo tras la pandemia. Se debe a una suma de factores, no todos económicos. La calamidad comenzó en 2008 con los recortes de los socialistas –aplicados por la ministra de Hacienda, que tiene la proverbial habilidad de cobrar más impuestos a cambio de dar menos asistencia–; continuaron durante el Covid y han alcanzado un punto de no retorno con la situación de la Atención Primaria, los plazos (infinitos) para ver a un especialista o las listas de espera quirúrgicas.Ir al médico en la República Indígena ya es como visitar a un dealer en la Nueva York de los años 70.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.