Tiene razón el vicepresidente Iglesias Turrión, marqués de Galapagar, cuando cuestiona que en España exista una verdadera democracia. Un sistema de libertades, entre otros requisitos, como la separación de poderes y las elecciones abiertas, exige el estricto cumplimiento de la ley sancionada, que desde el punto de vista jurídico es la única expresión de la voluntad popular que existe. En España esto no sólo no ocurre, sino que desde las instituciones de todos se anima a incumplir las normas democráticas. Iglesias es un ejemplo perfecto: según su vara de medir, todo lo que no cuadre con su particular idea de la democracia –que es más bien difusa y caprichosa– queda automáticamente catalogado como una amenaza pública, mientras que aquello que le agrada, por ejemplo los escraches ajenos, adquiere la condición de acto ejemplar aunque contradiga el ordenamiento jurídico.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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