Los historiadores cuentan que Diógenes de Sinope, conocido también como El Cínico, uno de los filósofos-mendigos de la Grecia antigua, que tuvo el inmenso detalle de no molestarse en dejarnos ni una sola de sus ideas por escrito, probablemente en un ejercicio supremo de sabiduría, solía masturbarse en el ágora de Atenas, provocando así el escándalo de sus vecinos, que consideraban tal costumbre indecorosaa pesar de que, al ejercerla, Diógenes no perjudicaba a nadie y sólo se daba satisfacción a sí mismo. ¿A quién ofendía el sabio onanista? Desde luego, no violaba la religión –la griega era politeísta y bastante laxa, con dioses eminentemente carnales– ni contradecía moral alguna, pues ésta no es más que una convención social que puede ser variable e incluso contradictoria a lo largo del tiempo, como demostró Nietzsche.
Los Aguafuertes de Crónica Global.
Deja una respuesta