Eduard Punset, economista, político y divulgador científico, que para regocijo de sus seguidores dejó una nutrida colección de frases ingeniosas, sostenía que las bacterias funcionan por consenso o se extinguen. Si aplicamos esta máxima al tablero político nacional obtendremos una conclusión exacta de lo que nos ocurre: España, sencillamente, no funciona. El país se encuentra paralizado en lo institucional –que nunca ha llegado a funcionar bien– por una crisis política que, a medida que pasa el tiempo y las elecciones se suceden, adquiere el aspecto de una profunda fractura que dejará cicatriz. El síntoma más evidente de que no avanzamos es que no dejamos de votar lo mismo (a la fuerza). Hay quien piensa que nos encontramos en una encrucijada pavorosa: el desafío de los nacionalismos vasco y catalán, cuyas estrategias son distintas pero complementarias, profundiza en las heridas de la última crisis económica, transformada primero en social, y más tarde en política, con el avance de los populismos, gracias a la gasolina –incendiaria– suministrada por un bipartidismo que vendía como estabilidad el monopolio de la partitocracia.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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