España –ustedes perdonen, pero todavía se llama así– es un país extraño en el que buena parte de los ciudadanos niegan su condición de naturales del sitio en favor de la ancestral identidad de campanario, que es la que les vibra dentro del pecho cuando llaman a misa (patriótica) o el correspondiente ayatolá congrega a las masas –convencidas ya de antemano– para que ratifiquen sus delirios. Lo estamos viendo estos días en Cataluña, donde las (ex)autoridades autonómicas, los independentistas y parte de las autodenominadas fuerzas de izquierda han leído el golpe de autoridad del Estado, que no es más que la estricta aplicación de la ley, como un ataque contra las libertades democráticas. No hay tal, por supuesto.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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