La batalla de la financiación autonómica, que es uno de los pulsos de esta extraña legislatura, donde el gobierno no gobierna debido al desgaste súbito de la mayoría parlamentaria de la investidura, pero se encastilla en el poder; y la oposición finge una alternativa política más escénica que eficaz, se asemeja a un relato de realismo mágico. Según Arturo Uslar Pietri, el crítico y escritor venezolano que inventó el término, el género literario que Gabriel García Márquez convirtió en universal, aunque sus mejores espadas fueran el cubano Alejo Carpentier y el mexicano Juan Rulfo, funciona a través de la negación (poética) de la realidad.
Es el mismo sustrato del acuerdo PSC-ERC que llevó a Salvador Illa a la presidencia del Govern y, de forma simultánea, ha encendido la luz de alarma en el resto de cancillerías regionales, temerosas de que la salida de Catalunya del régimen fiscal común suponga una merma del dinero que el Estado utiliza para redistribuir la renta estatal en otros territorios. El miedo del resto de autonomías no es ficticio, sino tangible.
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