UNO de los termómetros que mejor miden el grado de indigenismo sevillano -ya sea en su variante venial o en su cepa más mortal- es el paisanaje de nuestras instituciones civiles. Preferentemente, las que proceden del antiguo universo gremial. A pesar de que hace tiempo que vivimos en un mundo global, donde las relaciones profesionales son abiertas, en Sevilla seguimos con las costumbres de las sociedades del Antiguo Régimen, donde algunas criaturas -léase a la manera de San Juan de la Cruz, eximio poeta- que representan a los colegios profesionales funcionan con los mismos mecanismos narcisistas que tanto entusiasman a nuestros costumbristas profesionales, amantes de la estampa clásica de la ciudad porque siempre aparecen ellos, a ser posible con su señora -la autonomía femenina aún no ha entrado en sus parámetros mentales- y sus herederos, que exponen -cual ganado de feria- en las fotografías de las fiestas de primavera con fruición notable. A todas horas. Todo el rato.
La Noria del miércoles en elmundo.es.
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