Para el marxismo más temprano la función de los sindicatos en la lucha obrera viene ser una cuestión equivalente al misterio de la Santísima Trinidad para los católicos: una alegoría que, según cómo y quién la interprete, puede significar cosas muy distintas. Incluso antagónicas. Algunos patriarcas de la revolución vieron en la libre asociación de los trabajadores en las trade unions un aliado en favor de su causa; otros, en cambio, consideraban la militancia corporativa de los trabajadores como una peligrosa desviación burguesa que requería someter a estas organizaciones sociales a la inflexible disciplina del único Dios: el Partido. Sindicatos, en sentido estricto del término, existen de toda clase, laya y condición: obreros, socialdemócratas, patronales, corporativos y verticales. De derechas y de izquierdas. En la histórica Andalucía irredenta de los años setenta los hubo con perfil jornalero, entreverados con la práctica de un catolicismo de base –Diamantino García, el cura de los campesinos, fue uno de los fundadores del Sindicato de Obreros del Campo (SOC)–, y también apocalípticos.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.