La literatura es el arcano de la cultura. El misterio absoluto. Una religión laica inventada por los hombres para dotarse de una vana esperanza y un efímero consuelo. Igual que la Santísima Trinidad en la confesión católica, se manifiesta como una única cosa y, al mismo tiempo, encierra dentro de sí tres caracteres dispares. Son los personajes de un poderoso enigma. Un sencillo ejercicio de analogía permite descifrar el misterio si vinculamos al Padre con el autor –pantocrátor absoluto de la creación–, al Hijo con el anónimo lector –su hermano gemelo– y a la crítica con el Espíritu Santo, el ethos alegórico que dota de trascendencia a la confesión. Las religiones, según los historiadores, nacieron en los tiempos más remotos de la humanidad como culto y homenaje colectivo a los muertos familiares. Los primitivos lares romanos. Idéntico fenómeno sucede en el linaje literario, cuya tradición mantiene simbólicamente con vida a los poetas del pasado, a los novelistas del pretérito, a los profundos dramaturgos de la tragedia o a los irónicos creadores de la comedia. Todos dan forma (asimétrica) al mapa de las letras, que se hace y se deshace en función del viento dominante de cada época.
Las Disidencias en Letra Global.
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