La literatura es un oficio que se practica en soledad y cuyo fruto –los libros– es resultado del esfuerzo individual. Nada hay pues más ajeno a la verdadera creación literaria que una vulgar asociación de escritores, esas organizaciones colegiales que otorgan carnets para sancionar una identidad que únicamente depende de uno mismo. De sus agallas. De su paciencia. De su talento. Esta creencia hace que veamos con cierta distancia irónica la polémica provocada por el PEN Internacional, asociación que agrupa a 25.000 socios que se dicen escritores, tras haber publicado oficialmente un comunicado –A Troubling Trend: Free Expression Under Fire in Catalonia– en favor de los presos independentistas en el que, por mediación de su división catalana, asume –sin atragantarse– toda la propaganda del nacionalismo patriótico y, a través de sus altavoces internacionales, hace un alegato prístino sobre la libertad de expresión, justo antes de exigir a las autoridades españolas que dejen de cumplir sus propias leyes y se abstengan de juzgar a los reclusos de Lledoners, presentados como intelectuales amenazados por la bota del (léase con tono enfático) autoritarismo gubernamental.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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