Parafraseando al Tolstói de Ana Karenina, podríamos comenzar diciendo aquello de que todas las familias (que se ríen juntas) se parecen, pero aquellas que se sienten ofendidas (por la risa ajena) viven esta experiencia cada una a su manera. En efecto: nada describe mejor nuestra personalidad que la selección de las ofensas a las que respondemos, del mismo modo que lo que desvela el sustrato íntimo de lo que somos es si tenemos (o no) una cierta capacidad para fomentar –y tolerar– la burla ajena. En el segundo caso, se trata de un síntoma de inteligencia y sabiduría. A fin de cuentas, como dijo Chaplin, la vida misma también es un inmenso chiste. Nos parece una imagen pacífica para concluir, porque la cosa, de tan repetida, ya cansa un poco, la polémica que ha provocado en los últimos días la parodia rociera de TV3, llamativa por la atención que le ha dedicado –esta vez– una parte de la prensa de Madrid y la reacción (más política que mediática) en Andalucía, cuyo presidente regional, animado por las vísperas electorales, insiste en darle importancia a algo que no debería tenerla en absoluto, además de identificar a todos los andaluces al completo con una romería (El Rocío) en la que lo sagrado se confunde con lo pagano y la religión y el incienso con la carne. Prueba de su indudable sincretismo cultural. Ese gran pecado a ojos de los nacionalistas puros.
Los Aguafuertes en Crónica Global.