Lo escribió Nicanor Parra el día que le dieron el Cervantes: «Los premios, sólo a veces, son para los espíritus libres; en general, son para los amigos del jurado». En urbanismo, género de la literatura indígena que escribimos en estas crónicas irreverentes sobre la república meridional, se cumple sólo la segunda parte de esta frase: las recalificaciones son para los conocidos del alcalde, un edil o un consejo de gobierno. Da lo mismo. Incluso bajo la fórmula bíblica del sanedrín de los justos, los mandamientos en esta materia ya vienen dictados desde la cúspide misma de la montaña. Delante de un plano de ordenación urbana no existen los espíritus indómitos. Los intereses en juego son demasiado inconfesables.
Las Crónicas Indígenas del viernes en El Mundo.
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