La incierta singladura de España desde el modelo autonómico vigente a un sistema territorial asimétrico, que algunos llaman federal, no requiere una reforma constitucional. Puede lograrse por la vía, más rápida aunque no por eso menos problemática y tormentosa, de la financiación regional, que está llamada a ser, tras la inminente elección de la Mesa del Congreso y la investidura del futuro presidente del Gobierno, la batalla capital de la nueva legislatura, si es que no queda abortada ‘in media res’ por una nueva convocatoria electoral. Todo está abierto. A la espera del desenlace de los puestos de mando en el Parlamento y de la entronización de Sánchez o Feijóo, las autonomías han empezado a adoptar posiciones de combate y ensayan con sus armas –jurídicas y argumentales– en el campo de tiro. Todas se juegan dinero, poder y capacidad política. Algunas, incluso más: su propia razón de ser. Lo que se va a dirimir una vez tengamos un nuevo gobierno en la Moncloa no es únicamente la mayoría parlamentaria que debe regir el país los próximos cuatro años, sino la verdadera articulación (financiera) del Estado.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.