«Las acciones más puras del espíritu nunca proceden del fanatismo, sino que son el resultado del autodominio y la moderación». La cita es de Stefan Zweig. Fue escrita en 1936. En julio de ese año tuvo lugar el alzamiento militar que dio origen a la Guerra Civil, una contienda demencial donde los dos totalitarismos del siglo XX –el fascismo y el comunismo– se enfrentaron con las vidas de los españoles de entonces (de uno y otro bando) como munición principal. Los déspotas africanistas que organizaron el infame golpe de Estado presentaron su rebelión ante el mundo como una gran cruzada en favor de Dios y la civilización. La reacción comunista, que se apropió del nombre de una República que hasta entonces había sido compartido entre aquellos que amaban el progreso, empezó a justificar sus excesos en nombre del pueblo y los pobres de la tierra. Las peores causas, que son las que promueven y ejercen la violencia, siempre se adjudican a sí mismas una bondad que a la hora de la verdad no se ve por ningún lado. Es fácil averiguar los motivos: porque nunca existe.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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