Hay una frase en el último libro de Manuel Vilas –llamarlo novela no responde a la realidad ni es necesario para darle la importancia que merece– que resume bien en qué consiste la vida: ver morir. Eso es la existencia. La muerte, cuando llega, y siempre lo hace, supone una variación de este plano fijo. Una escena invertida donde de pronto nos convertimos en los protagonistas de nuestra extinción particular, que ya no podemos registrar. Son los demás los que certifican nuestro último adiós. De eso trata Ordesa(Alfaguara). Su grandeza como artefacto literario se debe a una inteligente suma de negaciones. La más trascendente es que no es una narración en el sentido estricto del término. Da igual que se nos presente como novela. Lo que cuenta –la forma en la que un escritor de Barbastro convierte su vida en un don sagrado– es la semilla de la fabulación desde el origen mismo de los tiempos.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal
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