Todos los seres humanos somos mortales, pero los patriarcas del PSOE indígena, hacedores de la Santa Autonomía (incluyendo sus corrupciones), profesan, en su fuero interno, la firme convicción de que su tiempo en este valle de lágrimas –la depresión del Guadalquivir, paisaje mítico de la Baja Andalucía– es indefinido. Creen que antes de ellos no existía más que el franquismo (olvidando la tradición del republicanismo liberal y reformista) y piensan que, salvo sus herederos, nada es bueno. Su imperio, sin embargo, se derribó (sin caerse) hace un lustro, cuando el Reverendísimo se convirtió en su legatario natural. El Gran Laurel mora ahora en un templo sin vestales –el Quirinale– donde nada, salvo algunas caras, ha cambiado. Ellos están fuera. Sus adversarios políticos, dentro. El régimen perdura, aunque a la siciliana: alterando su epidermis para mantener incólume el ánima.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.