Una de las señales que ayudan a distinguir a los conservadores de los simulacros progresistas es que los primeros jamás se hacen la siguiente pregunta: “¿Puede todo esto hacerse mejor?”. Los segundos, en cambio, nunca dejan de formularse este interrogante. En base a esta diferencia podemos decir que el Reverendísimo, aunque lleve un lustro haciéndose pasar por liberal, es un gobernante acomodaticio. Nunca quiere líos. Si hay que conservar la herencia del PSOE, que consume los recursos de la República Indígena en una inmensa congregación clientelar, se respeta. Si la sanidad se deteriora, pone cara de lamentarlo, sin solucionarlo en absoluto. Si le conviene hacerse andalucista, abraza la bandera de Blas Infante. Todo le sirve para caer simpático. Su regla de oro es: “Ya que no puedes provocar entusiasmo, no indignes a nadie”. El coste de hacer de Mr. Sympathy todo el rato ya lo sabemos: sonrisas, abrazos, cero reformas. Sentidos lamentos y resultados escasos. Así funciona el escabeche de la derecha.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.