Nuestros queridísimos costumbristas, a los que vamos a echar de menos cuando el tiempo nos alcance, llevan varios días -con sus noches- entonando (con marchas de cornetas y tambores) elegías y lacrimosas por el cierre del despacho de churros del Arco del Postigo, territorio cuya dominación perpetua ambicionan a título de mayorazgo bajo la coartada del recurrente dogma sentimental colectivo. Según ellos, que profesan la férrea voluntad de los académicos y citan al poeta Montesinos como autoridad máxima en la materia, todos nosotros, hijos de la misma collación intramuros, deberíamos decir calentitos. No les daremos el gusto. Más que nada, porque en la Sevilla de nuestro tiempo oímos otros términos para la misma cosa.
La Noria del sábado en El Mundo.
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