Se atribuye a Mozart, el prodigio de Salzburgo, una frase que rubricaría cualquier sindicalista: «Si el emperador me quiere, que me pague; estar cerca de él es un honor que no me alcanza». El músico austriaco, no cabe duda, era un genio. Los sevillanos, en cambio, somos unos desgraciados. Nos perdonarán ustedes la franqueza, queridos indígenas, pero lo decimos sólo porque todavía existe entre nosotros quienes creen vivir en la mejor ciudad del mundo, capital envidiada por su alegría y bienestar (no añadimos más adjetivos porque nos saldría un villancico). La Sevilla oficial despide estos días el año con bombillitas full, comercios a tope, belenes vivientes patrocinados, hoteles llenos y zambombas rocieras por las esquinas.
La Sevilla mendicante
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