Nada está nunca quieto, salvo los difuntos. Y ni siquiera ellos, porque los muertos también se deshacen hasta convertirse en ceniza. La política, que es una proyección de la vida, funciona con esta misma lógica: quien respira, cambia y se adapta a las circunstancias; aquel que no evoluciona, se queda estancado. El escenario de la política en el Sur de España en vísperas del segundo debate de investidura –ahora con Pedro Sánchez como candidato– indica que una hipotética repetición electoral, en caso de un fracaso del candidato socialista, no garantizaría a Feijóo en Andalucía la holgura que necesita para superar el techo electoral del 23J. Andalucía continúa siendo un territorio dominado por la derecha, pero la hegemonía formal establecida a mediados del pasado año, con la absolutísima de Moreno Bonilla en las últimas elecciones autonómicas, ha comenzado a retroceder. En términos regionales no es relevante porque todavía quedan tres años de legislatura, pero desde una perspectiva nacional este dato parece augurar que el PP está condenado, a corto y medio plazo, a intentar buscar algún socio complementario que no sea políticamente incompatible con los ultramontanos de Vox. Ese mirlo blanco, de momento, no existe, por mucho que en Génova intenten sembrar para un futuro cercano con el PNV en función de cómo salgan las elecciones vascas.
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