Se puede escribir con método y hacerlo por placer. Los autores inseguros y los cerebrales suelen incurrir en lo primero, mientras que los desordenados acostumbran a practicar la segunda opción para justificar sus caprichos. Sin embargo, no se reivindica lo suficiente esa capacidad –tan extraña– de hacerlo simultáneamente en ambos registros sin descartar ninguno de ellos. Esto es: con un método tan estricto que la única poética a tener en consideración sea el arte de la diversión, esa sensación de inmensa felicidad que da empezar la siguiente línea y llegar a la próxima página. Simios apóstoles (Athenaica), el último libro de Juan Bonilla (1966), donde el escritor jerezano reúne una colección de ensayos, aforismos, fragmentos, reflexiones, anotaciones y hasta una conferencia, pronunciada en 2021 en la Sala de las Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en unos Encuentros sobre Ciencia, Arte y Humanidades, es una buena muestra de que las fórmulas retóricas que –de partida– pudieran parecer antagónicas terminan inevitablemente por cohabitar sin problemas cuando uno escribe –y sobre todo lee– sin tomarse dichas tareas como obligaciones y trabajos.
Las Disidencias en Letra Global.
