Los costumbristas indígenas suelen proclamar, sin excesivo sustento histórico, que Sevilla es igual que Roma. Nosotros siempre la hemos visto como una réplica de Nápoles. E incluso como trasunto de la Siracusa siciliana, aunque en ocasiones nos recuerde bastante a Bizancio. Por supuesto, esta última asociación nada tiene que ver con el esplendor de la antigua capital del Bósforo -el Guadalquivir no da para tanto- ni tampoco con influencia oriental alguna. Se refiere únicamente a la paupérrima calidad de sus debates oficiales, que acostumbran a versar sobre cuestiones bizantinas. Tenemos un ejemplo en la última polémica sobre las dimensiones temporales de la Feria, el gran logro vacuo del alcalde Espadas, el actual. Siguiendo el patrón previsible, los ayatolás y sus monaguillos replicantes protestan porque -sostienen- la Feria, con la ampliación, ha perdido su esencia, pasando de ser una fiesta privada a convertirse en un parque temático para el turismo. Los farolillos que perdimos and all these stuff.
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