Los dirigentes de los grandes partidos políticos, nada sofisticados, miden su influencia (social) en función de dos parámetros. El primero es externo: los resultados electorales sucesivos, monitorizados de forma constante y evidenciables sólo cuando se abren las urnas. El segundo tiene que ver con el estado de las discordias y las alianzas internas. El asunto orgánico.La dinámica del poder se asemeja a las olas del mar. Nunca cesa. Jamás descansa. Cada infanzón pretende ser signore de su predio para, acto seguido, intentar erigirse en monarca. Y no se conoce ningún rey que no se haya imaginado a sí mismo como emperador. El mando se demuestra con atributos y rituales sacros y el control, a veces despótico, de la tropa. Por eso es un factor importante, y para algunos una cuestión vital, colocar en los puestos de mando de sus respectivas organizaciones a sus propios soldados, designar validos, tener peones y contar con guerreros obedientes, ya que en política es cosa infrecuente que la lealtad se tenga por una virtud.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.