La Revolución Francesa comenzó con un regicidio votado en sede parlamentaria y terminó con la monarquía vitalicia de Napoleón. Ironías del destino: los revolucionarios, levantados contra un rey terrestre que basaba su autoridad al amparo del derecho divino, terminaron, tras naufragar en su propia sangre, sometidos a un cabo militar cuyos despojos todavía reposan dentro de siete ataúdes distintos bajo la cúpula del hospital de Les Invalides, en un sepulcro desmedido convertido desde ese momento en el modelo capital de todos los mausoleos absolutistas.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
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