Como ocurre casi siempre en España, y a veces también en otros sitios, la crisis de imagen de AstraZeneca, cuya vacuna contra la pandemia se encuentra sumida en un naufragio de credibilidad, ha polarizado a la opinión mediática. Unos, los optimistas, alertan contra quienes están advirtiendo sobre los riesgos –ciertos– del suero anglosueco, el más barato de todos los disponibles en el mercado (persa) de los remedios sanitarios. Otros, los pesimistas, insisten en lo que primero se desmintió y, a medida que pasa el tiempo, evidencian los datos científicos: existe un vínculo, aunque estadísticamente sea muy bajo, entre el remedio de Oxford y las trombosis cerebrales mortales que han sufrido algunos de los vacunados. La sensación general de confusión, alimentada por diversos gobiernos europeos, que decidieron suspender temporalmente la administración de la vacuna para después reiniciarla y, más tarde, limitar su uso a determinados grupos de edad, ha conseguido que, en el inicio de la cuarta ola de la enfermedad, muchos ciudadanos opten por no ir a las convocatorias para vacunarse.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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