En los últimos años en Sevilla se ha hablado tanto del talento que la palabra casi ha perdido su significado. Y sin embargo, como diría Galileo, existe; cuestión distinta es que nuestros próceres sepan reconocerlo. Les resulta difícil: se han criado en una cultura -de partido- que confunde la servidumbre con la lealtad, el interés con el criterio y el sectarismo con la brillantez. Salvo excepciones, su sociedad civil se reduce al paisanaje que va a los cócteles de media tarde, a los lobbies que les dicen cosas al oído y a los costumbristas, que no son nadie si los gobernantes no atienden su criterio sobre lo que es Sevilla. Porque Sevilla -deberían ustedes saberlo- no es lo que realmente es, sino lo que ellos dicen que debe ser.
La Noria del sábado en El Mundo.
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