Podría entenderse como lo que es: una impertinencia. Pero lo pensamos desde hace mucho tiempo y en contra de la opinión general. La verdadera calidad de página de un escritor –ya sea en acto o en potencia– se vislumbra, antes que en las líneas de sus obras mayores, en aquellas otras que pertenecen a los libros fragmentarios, menores, alimenticios o secundarios que alumbran todas las trayectorias literarias (que en el mundo han sido). Ocurre con los grandes nombres y con los poetas menores. Y, por supuesto, la norma se cumple sin excepción en el caso de los autores intermedios. Un ejemplo palmario es el caso de Federico García Lorca, poeta mayúsculo al que la leyenda de su tragedia personal –ese asesinato sin tumba– ha hecho tanto bien como mal, diríamos que casi a partes iguales.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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