Antonio Núñez de Herrera, insigne escritor desconocido, un extremeño afincado en el sur, rescatado del olvido amarillo de las hemerotecas y las viejas librerías de lance gracias a la investigación meticulosa y honrada del periodista José María Rondón y el historiador César Rina, que han editado su opera omnia para El Paseo –el falansterio editorial del gran David González Romero–, se lamentaba, 15 días antes de morir, de que su único libro –Mito y Realidad de la Semana Santa, que no trata de los desfiles religiosos del Mediodía sevillano, sino del ánimo inconsciente que conduce a toda una ciudad hacia su particular delirio, visto a través de los cristales deformantes del mejor vanguardismo– no hubiera recibido atención en la prensa de su época. Ni una palabra. Ni una crítica. Silencio. En una nota dirigida a Benjamín Jarnés, una de las pocas excepciones, Núñez de Herrera le agradece su interés por su libro, “silenciado concienzudamente por la prensa reaccionaria –es decir, por toda la prensa– de Sevilla”. La anécdota merece la condición de categoría: lo que no se nombra, en este caso con intención de menosprecio, no desaparece, aunque se crea lo contrario. Perdura instalado en el olvido (que seremos) hasta que un buen día resucita tras una larga hibernación. Pueden transcurrir años, lustros, décadas o siglos. Da igual que a los contemporáneos les sorprenda: la mirada inmediata acostumbra a estar ciega ante las persistencias del pasado, convertidas en los sustratos del presente.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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