La literatura se lleva mal con la política. Al menos, en su sentido prosaico. Quizás sea porque en determinadas épocas históricas los intelectuales, ese invento burgués, sean del pelaje que sean, tienen que comer todos los días y, dado que la escritura no siempre llena el estómago, no le queda otra a los hombres de letras que dedicarse a la divulgación cultural, que es ese eufemismo amable con el que a veces se camuflan las prédicas interesadas. Mantenerse al margen de este destino no es tarea fácil. Y menos, perdurar en tal batalla. Semejante gesta es la que ha conseguido la revista de literatura Cuadernos Hispanoamericanos, que este mes de febrero cumple los setenta años dedicados a difundir, vincular, hibridar y glosar la poesía, la narrativa y las obras de pensamiento crítico que se componen en las dos orillas del Atlántico. En las Españas y también en las Américas, donde se habla –sin conflicto– la lengua de Cervantes en más de una veintena de países con banderas distintas. Algo que en la Península, paradójicamente, sigue siendo un sueño imposible no por razones culturales, sino políticas.
Las Disidencias en Letra Global.
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