Existe una diferencia sutil, pero esencial, entre la verdad y sus simulacros. Se llama verosimilitud. Es el territorio donde trabaja la literatura de ficción y también la política, que se ha convertido en un relato de buenas intenciones en el que la acción no abandona el burladero de la retórica.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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