Decíamos ayer, a la manera de fray Luis (de León), que una minoría (parlamentaria) con lluvia es bastante más llevadera, en términos políticos, que una mayoría con sequía. Sucede igual con las tradicionales, y en general bastante estériles, manifestaciones del 1 de Mayo, que llegan tras un puente infinito y una vez comenzado el ciclo de ferias, verbenas y romerías en la Marisma, donde el Reverendísimo, exactamente igual que antes su antecesora, ha encontrado cristalizado el espíritu popular, signifique lo que signifique semejante concepto. Las reclamaciones sindicales –los trabajadores no son quienes salen a la calle con banderitas; lo hacen los dirigentes y liberados sindicales– tienen también algo de romería y de procesión, aunque, a tenor de los speakers contratados este año, que no parecen indígenas, más que expresar devoción enuncian ese lugar común de que poniéndose en huelga los salarios subirán automáticamente y las empresas comenzarán a ser solidarias. Todavía hay quien lo piensa, igual que los católicos confían en los milagros.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.