Se atribuye a Wilde (Oscar) una célebre frase que advierte, con el moralismo propio de los grandes hedonistas irónicos, que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea porque, a veces, termina haciéndose realidad. Los hombres somos esclavos de nuestros deseos más que víctimas de nuestros fracasos. Los primeros, con frecuencia, conducen irremediablemente a los segundos. No puede decirse exactamente lo mismo del camino inverso. En el sainete Cifuentes –el título académico falso, las múltiples negaciones bíblicas, el respaldo indecoroso de un PP en horas bajas y la vulgaridad extrema del final– lo más sorprendente no es la manera que la expresidenta de Madrid ha elegido para ascender a su cadalso político, sino la certeza, visible todo el tiempo en su rostro, de no ser realmente capaz de entender los motivos que aconsejaban consumar una dimisión honrosa antes de que llegara la destitución terminal.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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