“Jamás reveles el secreto que te confía un niño. No hay nada más vil”. Lo escribe casi con furia contenida, pero evidente, quizás la de quien ha contemplado esta escena muchas veces, como protagonista o como víctima, Andrés Trapiello en el vigésimo tercer volumen de sus diarios, Quasi una fantasía, cobijados al amparo del salón de pasos perdidos que es cualquier existencia, la suya y la de todos, vivida de una vez y para siempre. Trapiello, escritor ambulante, según su autorretrato, trazado a medias entre la caricatura y un asombro que sin duda tiene algo de teatral, proyecta un principio moral al enunciar este aforismo, pero no tarda demasiado en enmendarse a sí mismo (en otro libro). El oficio de la escritura obliga a hacerlo. Porque justamente eso, mostrar la intimidad de un lejano infante de provincias, nacido a principios de los cincuenta en la Vega de León, es el sacrificio (diríamos que epifánico) que el escritor acomete en La fuente del encanto, una suerte de poética (por supuesto, escrita en prosa) con la que la Fundación Lara festeja el centenar de entregas de la colección Vandalia, donde el autor de Las armas y las letras, alumbra una antología de inéditos y versos esenciales de toda su trayectoria. El libro, en el que se recrean las circunstancias que rodearon la escritura de los poemas escogidos, sin manifiesto, ni retórica, sin solemnidad, construido únicamente a partir de la memoria y los recuerdos, es un prodigio de sensibilidad literaria.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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