Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de Andalucía gracias al pacto entre las tres derechas –PP-Cs-Vox–, comenzó la campaña electoral del histórico 2D a las puertas de un prostíbulo, clausurado unos años antes, en el que los altos cargos del difunto susanatosocialista se gastaban el dinero para luchar contra el desempleo en congas privadas hasta altas horas de la madrugada. Mientras los portavoces del peronismo rociero reivindicaban la liberación femenina –sin construir ni una maldita guardería que permitiera a las mujeres conciliar la maternidad con el trabajo–, sus huestes pagaban con cargo al presupuesto (de todos) sus alegrías de entrepierna. A Moreno Bonilla los socialistas le criticaron mucho por aquella foto, pero unas semanas después, con menos votos aún que cuando empezó la campaña, los desalojaba de San Telmo después de casi cuarenta años de hegemonía. La demagogia funciona como argumento político; sobre todo cuando la realidad también lo es. En política los espacios cuentan. Y mucho. Si están vacíos, se ocupan. Y si tienen un significado metafórico se incorporan al relato electoral. Suponemos que eso es lo que buscaba Inés Arrimadas plantándose ayer en Waterloo, residencia de Puigdemont, el napoleoncito de los del lacito, para proclamar lo que ya dijo –en un perfecto catalán– el mosso de la Lonja del Mar: “La república no existe, idiota”.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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