La apasionante, por efímera, época de las vanguardias literarias, que deslumbró al mundo de las artes hace ahora un siglo, ha dejado para la posteridad (de nuestro tiempo) un largo rosario de literatura gamberra escrita completamente en serio. De ahí su irresistible encanto. Es una paradoja feliz que hace que sus textos de ocasión –ya se sabe: nada es estable dentro del inefable torbellino de la modernidad– hayan cumplido los cien años con frescura, sin dejar de ser impertinentes y deliciosos, siempre y cuando, claro, ese animal mitológico que es el lector sea lo suficientemente inteligente para distinguir entre la retórica –que es la materia de la literatura– y la ideología. Un ejercicio nada sencillo en estos tiempos de hipocresía social, corrección política y ofendidos profesionales, poblados por una fauna decidida a construir –aunque sea ejerciendo las prácticas de la Santa Inquisición– un mundo perfecto que sólo existe bajo la forma (categórica) de los argumentarios dogmáticos.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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