La sociedad virtual, heredera del espíritu líquido que caracterizó al posmodernismo más temprano –ya saben, la muerte de los grandes relatos y el relativismo aplicado a todos los ámbitos de la vida–, ha convertido la muerte en un espectáculo insustancial gracias a las redes sociales. No tanto porque la posibilidad de perecer no se considere ya una tragedia, como sucedía en el mundo inmediatamente anterior, sino por su complementaria naturaleza cómica. Que todos vamos a morir algún día lo descubrimos en cuanto tenemos uso de razón. Más tarde, si se tiene la suerte de cumplir años, comienza la inevitable sucesión de decesos ajenos: abuelos, padres y amigos (prematuros). El rosario negro termina con nosotros mismos, aunque si la fortuna no nos abandona puede que quizás seamos los últimos en darnos cuenta del trance.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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