Los liberales, sobre todo si son conversos, dejan de serlo en el instante en el que descubren el gran secreto del comunismo: no existe negocio más rentable que un monopolio estatal. Todo son ventajas: los trabajadores son esclavos, no existe la competencia, el mercado es cerrado, los consumidores se convierten en cautivos voluntarios y el dinero fluye a sus bolsillos sin esfuerzo. En Sevilla, donde muchas empresas responden aún a la cultura indígena, algunos, con la ceguera táctica de nuestro consistorio, y con independencia de quién se siente en la Alcaldía, han convertido la estampa de Sevilla en su trust particular.
La Noria del sábado en El Mundo.
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