La Grande Carambola tuvo lugar el 2 de diciembre de 2018, pero el acuerdo a tres bandas, que simulaba que la convergencia entre las (entonces) tres derechas era una suma de distintos compartimentos estancos, cristalizó a principios de enero de 2019, llevando a Juan Manuel Moreno Bonilla al Palacio de San Telmo (Quirinale) como primer presidente –no socialista– de Andalucía con los peores resultados de la historia. Desde entonces hasta el presente han transcurrido cinco años, que es el tiempo que, según una canción de David Bowie, travestido como Ziggy Stardust, aquel extraterrestre que cantaba, quedaba para que el mundo explotara.
Por supuesto, no sucedió tal cosa (salvo para el PSOE andaluz), pero tampoco llegó el advenimiento (como diría Josep Pla) del cambio en la gran autonomía del Sur de España. Un lustro después, Ciudadanos (Cs) ya no existe y Vox, el socio no deseado del PP, es irrelevante en la política meridional, que gira por completo alrededor del presidente del PP andaluz, convertido en un Rey Sol que sonríe y saluda, y del que nadie puede decir que haya tenido un mal gesto (en público), pero que ejerce –cuando la ocasión lo requiere– el absolutismo que le otorga su generosa hegemonía parlamentaria, obtenida tras unas elecciones que adelantó por interés partidario, y que disimula todo lo que puede, aunque sin renunciar a sus ventajas.
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