El error más común en el que incurre un lector medio –escribe el británico Terry Eagleton– consiste en prestar atención a lo que dice un autor (literario) sin reparar en exceso en cómo ha decidido decirlo. La mayor confusión que se asocia a la crítica literaria, ese viejo arte crepuscular que hace tiempo degeneró en el reseñismo de ocasión, es tratar de explicar un libro por el procedimiento (escolar) de glosarlo. En ambos casos, todo el mundo pondera el qué, pero casi nadie –salvo muy pocos– se fija en el cómo. Tiene explicación: los reseñistas carecen espacio y ganas. Los académicos disimulan sus escasos conocimientos de retórica con la muleta de la historia. Los editores, tras externalizar el corazón de su negocio –la selección de manuscritos–, salvo honrosísimas excepciones, se coronan a sí mismos como los artistas del negocio en perjuicio de quienes menos reciben y más dan: los autores.
Las Disidencias en Letra Global.
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