El histrionismo, que puede manifestarse de forma teatral o directamente como patología, es uno de los rasgos definitivos de los fanfarrones, esos individuos que alardean de las virtudes que no practican, especialmente si se discute sobre la valentía. El cuarto y último tomo del ciclo novelístico que Antonio Scurati (1969) ha dedicado a analizar el sustrato cultural y las peripecias que hicieron posible que Mussolini, un matón de esquina, un agitador profesional, se convirtiera en jefe de la Italia totalitaria, creando una ideología política –el fascismo– sin la que no puede explicarse ni el siglo pasado ni el presente, parece haber sido escrito para advertirnos de todas las calamidades que acarrean las personalidades providenciales. En esta entrega, que relata el desastroso papel de Italia en la Segunda Guerra Mundial, y especialmente en aquellos territorios donde el delirio fascista ambicionaba crear un nuevo imperio romano, desde Europa (los Alpes, Grecia, Albania, Yugoslavia, Rusia) al Norte de África, casi hasta las puertas mismas de Oriente Próximo, el tirano se torna, después de haber alcanzado la cumbre del poder, nuevamente humano y las masas que lo adoraban se convierten en mártires sin dejar de ser, a su vez, asesinas.
Las Disidencias en Letra Global.
