Existen dos maneras (esenciales) de contar una historia: la narración lineal o cronológica, y el relato fragmentado, que sitúa el arranque de su cuento a partir de un suceso para buscar en dirección al pretérito sus anales o perseguir hasta el presente su desenlace. En el caso de la historia de la cultura hebrea en España, elegir entre cualquiera de estas dos opciones resulta una tarea imposible: tanto si se opta por la primera como si se elige la segunda, confiados en el sortilegio del misterio, ambas estarán contaminadas por el decreto de los Reyes Católicos que en el Año (del Señor) de 1492, cumplido el mes de marzo, puso fin a una España en la que cohabitaban, no siempre de forma pacífica ni candorosa, distintos credos y religiones. Al mismo tiempo que los judíos abandonaban sus haberes en Castilla y Aragón nacía el mito de Sefarad, el anhelado hogar perdido de esa (otra) España que quedaba huérfana y sin patria.
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