Después de más de tres décadas de periodismo (impertinente), un servidor no es capaz ya de recordar, hasta donde su menguante memoria alcanza, un momento más enternecedor, lleno de candidez y, al tiempo, más grotesco que ver a un político –la patología es ecuménica, pues la vanidad no conoce excepciones ni tampoco fronteras– querer escribir una tribuna en prensa para comunicarle al pueblo –los lectores, para ellos, no existen– sus hondas convicciones y aclarar los malentendidos sobre su persona. ¡Cómo si la gente todavía leyera periódicos! Sucede, sobre todo, cuando se aproximan las fechas patrióticas y en los instantes de crisis. Nuestros próceres, como decía el gran gacetillero que fue Juan Teba, madrileño de la Palma del Condado, capaz de escribir una biografía sobre Rojas Marcos y sobrevivir a semejante celada, en esos momentos se empecinan en enviar a las redacciones artículos (escritos por sus secretarios) donde se ponen muy estupendos. En general, no dicen nada o aburren hasta a su parroquia. Los políticos nunca han entendido que los lectores de periódicos –precisamente por ser lectores– desconfían de lo que cualquiera pueda decirles y leen a quien desean. Pues bien, este 4D, día oficial de la banderita –el diminutivo es cariñoso, no piensen ustedes mal, queridos indígenas– en los digitales (afectos) han aparecido tribunas de tutti los líderes parlamentarios haciendo su lectura sobre la efeméride.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.