Es ley de vida. Cada generación se revuelve en contra de sus padres y se hace amiga de sus abuelos. Esta máxima, formulada por el filósofo norteamericano Lewis Mumford, enuncia un hecho natural y constante. No existe ninguna sucesión generacional que no suponga una impugnación del pasado inmediato. A veces, este ejercicio de cuestionamiento incluso ayuda a descubrir un pretérito que, por haber sido olvidado o no vivirse, parece novedad; sin serlo. La grieta política abierta entre los patriarcas del PSOE y sus actuales dirigentes no es nada nuevo. Casi podríamos decir que se trataría de un signo de vitalidad si no fuera porque, como sucede en las empresas mercantiles, la generación que las funda siempre tiene la inquietud, el miedo o el temor de que las venideras, a quienes las legan, terminen arruinándolas. A nadie le gusta ceder el paso o dejar un sitio que se ha creado, aunque la educación y la sabiduría, que exige aceptar el paso del tiempo, lo recomienden. En el distanciamiento entre la generación de Suresnes y el sanchismo, que aún conviven dentro del PSOE, los motivos desbordan, sin embargo, la vanidad de los veteranos y el adanismo de los contemporáneos.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.