Fernando Pessoa es un escritor-acertijo. Toda la obra del poeta portugués se nos presenta como una suma de identidades que, tras la dispersión, oculta el misterio de una personalidad, la suya, que es un monumento al psicoanálisis. Deberíamos dar gracias al Altísimo –en caso de que exista– por el sufrimiento existencial del bardo más gris de la literatura peninsular. Gracias a su dolor y a su tristeza, incluso a la devastación que guió sus escasísimos días sobre esta Tierra –murió por una enfermedad hepática provocada probablemente por el alcohol a la edad de 47 años–, tenemos no sólo una obra que es casi un galaxia, sino un documento preciso de hasta qué punto un hombre corriente duda de quién es y, justo gracias a esta pregunta, nos ilustra sobre quienes somos.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal
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